POR CIRILO DE PINTO. La Fórmula 1 comenzaba a aburrir con el dominio absoluto de Mercedes y con carreras desabridas. Solo asomó una disputa entre los dos compañeros del equipo líder: Lewis Hamilton y Valtteri Bottas.
Pero el sábado en Montreal parecía que el rumbo podía
cambiar. Un circuito que permite mejores espectáculos, algunos inconvenientes
que asomaban en Mercedes, el choque de Hamilton contra el muro, un trompo de
Bottas y la resurrección de Ferrari, en especial de Sebastian Vettel
consiguiendo la pole.
Todos imaginamos un domingo extraordinario. Era necesario
un buen espectáculo. Esta bien el juego de estrategias, pero no solo de eso vive
el automovilismo. Hace falta más para que la atracción y satisfacción de los
aficionados se logre.
Largaron, dominio de Vettel desde el inicio, presión por
momentos intensa de Hamilton para intentar el sobrepaso. Detrás de ellos
recuperaba terreno Max Vestappen, y Daniel Ricciardo lo hacía renegar a Bottas
y mantenía un buen ritmo que le permitía a Renault tener la mejor carrera de la
temporada. Hasta que llegó el momento de la vuelta 48 en la chicana, donde
Vettel salió al pasto (¿error provocado por la presión de Lewis?
¿Desconcentración? ¿Problema del auto?) y a su regreso a pista casi se estrella
con el escolta Hamilton, quien intentaba superarlo.
Minutos después del suceso y antes de que finalice la
prueba, Vettel fue sancionado con 5 segundos de recargo. El alemán llegó
primero a ver la bandera a cuadros, pero el vencedor fue el británico. Fin de
la carrera e inicio de la polémica. La furia de Vettel protagonizó una imagen
inolvidable: estará en todos los resúmenes deportivos del año, no solo del automovilismo.
Y quedará en la historia de la F1.
La acción en pista da motivos a los dos para tener razón.
“Hubo infracción”, dirán unos. “Fue una acción obligada”, dirán otros. Los
jueces no dudaron, pero claro está que, si no sancionaban a Vettel, nadie
hubiese dicho nada al final de la carrera.
El Gran Premio de Canadá fue bueno, pero la polémica del
final, el auto de Vettel que no cumplió con el protocolo, la llegada tardía a
la ceremonia del podio, el gesto de Hamilton de invitarlo al escalón uno, la
corrección de Vettel de no culpar al quíntuple campeón del mundo… Todo tapó lo
ocurrido en la pista.
Lo cierto es que –hasta ayer- una aburrida F1 se despertó
en Canadá. Porque protagonizaron una buena competencia, porque no todo fue de
Mercedes, porque Ferrari fue competitiva, porque hubo buenas actuaciones de los
grandes pilotos tribuneros como son Verstappen y Ricciardo, y por varios
ingredientes más. Pero de aquí hasta la próxima fecha se hablará de F1 por la
polémica. La verdad es que no está bien que los pilotos no acepten posibles
errores o infracciones. Pero no podemos crucificarlos porque en algún momento
se enojen, exterioricen su ira, o generen polémica. Al fin y al cabo, muchas
veces, cuando recordamos a célebres pilotos del pasado, se comparten hasta con
sonrisas las anécdotas que reflejan sus momentos de enojo, de incorrección, de
peleas, de rebeldía, de polémica. Entonces, por qué vamos a castigar tanto a
los pilotos de nuestros tiempos por situaciones de este tipo.
Nos aburren cuando son solo empleados de empresas que
manejan autos. Son pilotos que quieren ganar y tiene sangre caliente. Esa
pasión deben demostrarla en pista, pero no son astronautas.
No nos equivoquemos. Para el público masivo, el GP de
Canadá llamó la atención por la polémica, no por la buena carrera. En el boxeo,
por ejemplo, una pelea puede ser mala, pero un nocaut la puede transformar en
inolvidable.
Si seguimos tan puristas, llegará un momento en el que
dos autos saldrán juntos en una foto y por estar tan cerca serán castigados por
posibles toques.
Encima, por estos días se repasa permanentemente la
historia de la F1 con las grandes carreras del pasado, que apocan aún más el
momento híbrido del automovilismo mundial de hoy. No solo de la F1. Un día de
furia no le viene mal al automovilismo. De lo contrario, terminará siendo un
espectáculo para un mínimo club selecto hasta apagarse con el tiempo.
Respetar las reglas, aceptar las sanciones, pero tanto protocolo puede terminar con el interés por este deporte.
TEXTO: TUERCAS EN RED
FOTO: F1.COM